/ jueves 17 de noviembre de 2022

Azul clarito

El menor de los males. Pareciera que ese es el común denominador en las elecciones de cualquier parte del mundo. Nadie convence. Nadie llena ni zapatos ni ojos. Y no es suficiente, pero es algo. Y algo es mejor que nada. Pero escoger entre dos males nunca reconforta. En las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos, Joe Biden no fue un candidato atractivo ni ejemplar, ganó solamente por no ser el otro. En las elecciones intermedias de Arizona, Katie Hobbes tampoco ganó porque votaron a favor de ella, en realidad muchos lo hicieron en contra de la otra.

Estas elecciones intermedias demostraron que las encuestas no siempre representan el voto popular. Durante semanas, los candidatos y candidatas más extremistas lideraron los sondeos de opinión, pero en las urnas, los derrotaron. Quizá el electorado fue más astuto. Fue cauto y sigiloso. Quizá esos republicanos moderados decían una cosa con los labios, y otras con los votos. Porque ni siquiera ellos querían volver a los extremos. No es que Arizona haya cambiado de color. No es que de la noche a la mañana este lugar fronterizo se ha convertido en un territorio demócrata. No. Se pintó de azul, pero clarito.

Los márgenes en las contiendas dicen mucho. Estuvieron demasiado cerradas. Mandaron el mensaje claro de que nadie quiere extremos políticos, pero tampoco se enloquecen con los tibios, que hay temas que se influyen y otros que solo se usan como estandarte de campaña. Hay temas por los que se vota y otros por los que se encienden las masas.

Los resultados de las elecciones intermedias en Arizona también demuestran cuán complejos somos. No solo votamos por candidatos, sino por ideas particulares en cada uno de ellos. No respaldamos campañas, sino creencias. No votamos siempre a favor de algo, sino en contra de lo otro mucho peor… y si votamos a favor de, es porque realmente está en nuestro corazón, en el núcleo de nuestras familias, en nuestros miedos o en los deseos más intrínsecos de nuestro ser.

El voto latino sí fue decisivo, aquí y en todos lados. No es solo por la cantidad y los porcentajes que representa, sino por el nuevo rostro multigeneracional, multicultural, transfronterizo, joven, despierto, que busca rendición de cuentas y que no se conforma con poco ni con lo viejo.

Y esto nos obliga a replantearnos todo. Porque seguimos preguntándonos lo mismo antes y después de cada elección. Queremos descubrir un hilo que cambia de color. Porque nos aferramos a hacernos preguntas siempre en blanco y negro, si el desierto, la frontera, la migración, tú y yo, somos una escala de grises, el degradado de la sociedad… el mejor espectro de la vida real. Porque, además, les preguntamos siempre a los mismos, los nuestros y nunca a los otros ni los ajenos. Y así seguiremos sin entender nada.

El menor de los males. Pareciera que ese es el común denominador en las elecciones de cualquier parte del mundo. Nadie convence. Nadie llena ni zapatos ni ojos. Y no es suficiente, pero es algo. Y algo es mejor que nada. Pero escoger entre dos males nunca reconforta. En las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos, Joe Biden no fue un candidato atractivo ni ejemplar, ganó solamente por no ser el otro. En las elecciones intermedias de Arizona, Katie Hobbes tampoco ganó porque votaron a favor de ella, en realidad muchos lo hicieron en contra de la otra.

Estas elecciones intermedias demostraron que las encuestas no siempre representan el voto popular. Durante semanas, los candidatos y candidatas más extremistas lideraron los sondeos de opinión, pero en las urnas, los derrotaron. Quizá el electorado fue más astuto. Fue cauto y sigiloso. Quizá esos republicanos moderados decían una cosa con los labios, y otras con los votos. Porque ni siquiera ellos querían volver a los extremos. No es que Arizona haya cambiado de color. No es que de la noche a la mañana este lugar fronterizo se ha convertido en un territorio demócrata. No. Se pintó de azul, pero clarito.

Los márgenes en las contiendas dicen mucho. Estuvieron demasiado cerradas. Mandaron el mensaje claro de que nadie quiere extremos políticos, pero tampoco se enloquecen con los tibios, que hay temas que se influyen y otros que solo se usan como estandarte de campaña. Hay temas por los que se vota y otros por los que se encienden las masas.

Los resultados de las elecciones intermedias en Arizona también demuestran cuán complejos somos. No solo votamos por candidatos, sino por ideas particulares en cada uno de ellos. No respaldamos campañas, sino creencias. No votamos siempre a favor de algo, sino en contra de lo otro mucho peor… y si votamos a favor de, es porque realmente está en nuestro corazón, en el núcleo de nuestras familias, en nuestros miedos o en los deseos más intrínsecos de nuestro ser.

El voto latino sí fue decisivo, aquí y en todos lados. No es solo por la cantidad y los porcentajes que representa, sino por el nuevo rostro multigeneracional, multicultural, transfronterizo, joven, despierto, que busca rendición de cuentas y que no se conforma con poco ni con lo viejo.

Y esto nos obliga a replantearnos todo. Porque seguimos preguntándonos lo mismo antes y después de cada elección. Queremos descubrir un hilo que cambia de color. Porque nos aferramos a hacernos preguntas siempre en blanco y negro, si el desierto, la frontera, la migración, tú y yo, somos una escala de grises, el degradado de la sociedad… el mejor espectro de la vida real. Porque, además, les preguntamos siempre a los mismos, los nuestros y nunca a los otros ni los ajenos. Y así seguiremos sin entender nada.