/ miércoles 20 de diciembre de 2023

De la abundancia del corazón habla la boca

Dice la palabra que de la abundancia del corazón habla la boca, lo cual refiere a que se habla conforme a sus afectos, así que analízate y ponte a pensar acerca de que hablas más.

En los planteles educativos cada niño, niña o adolescente tiene su propia historia, y los padres, docentes, personal de apoyo, amigos y familiares queramos o no somos un referente.

Así que hoy quisiera preguntarles estimados lectores, que es lo que tú le dices a tus hijos, sobrinos, familiares, amistades, compañeros, hablas para edificarlos, alentarlos a ser mejores o para hacerlos sentir menos.

Porque las palabras pueden llegar a marcar la vida de nuestros niños, niñas y adolescentes, de nuestros familiares o amigos, por ello es importante alentar, motivar y determinar los pasos a seguir para que continúen avanzando en esta carrera estudiantil o de la vida pese a cualquier adversidad, según sea el caso.

Porque una palabra mal empleada, dicha con coraje o simplemente porque te colmaron la paciencia no tiene por qué definir la vida de la persona que la recibe, pero la cosa es que así lo crea.

Porque si tú le dices a una persona que no es apto, no es buen estudiante, que no sabe, que no es bueno en nada, inútil, flojo, etcétera, entonces para que cambiar si de todas formas ya piensan así de él o ella.

Lamentablemente muchos de los que han recibido este tipo de palabras se sienten no valorados, por familiares o amigos y es ahí donde tenemos que aprender a reconocer la manera en la que les hablamos.

Ya que, si motivamos, resaltamos lo mejor que vemos de las personas, destacamos sus cualidades y reconocemos el esfuerzo que realizan día a día sin duda harán lo necesario por ser mejores.

La persona estará más contenta y feliz, pensando que hacer para ser mejor, estará motivado para trabajar y convivir de una manera amena con otros y también para apoyar a otros.

Hagamos un trabajo colaborativo, cuidemos nuestras palabras, porque podemos hacer la diferencia entre una persona feliz o infeliz, una persona que trabaja o que no, una persona que apoya o que no lo hace.

¿De cuáles quieres ser tú? De los que ayuda a edificar, a motivar s reflexionar, apoyar o de los otros, que no aportan pero si dañan sin importar las consecuencias.

Seamos pro activos en la palabra asertiva, en esa en la que el corazón se goza de dar razones por las cuales si hablar desde el corazón y no de la razón, donde las personas puedan sentir esa comprensión quizás inmerecida que les brindas desde lo más profundo de tu ser.

Dejemos de ser esos que etiquetamos, que levantamos la mano para señalar los errores ajenos y no vemos los propios.

Dice la palabra que de la abundancia del corazón habla la boca, lo cual refiere a que se habla conforme a sus afectos, así que analízate y ponte a pensar acerca de que hablas más.

En los planteles educativos cada niño, niña o adolescente tiene su propia historia, y los padres, docentes, personal de apoyo, amigos y familiares queramos o no somos un referente.

Así que hoy quisiera preguntarles estimados lectores, que es lo que tú le dices a tus hijos, sobrinos, familiares, amistades, compañeros, hablas para edificarlos, alentarlos a ser mejores o para hacerlos sentir menos.

Porque las palabras pueden llegar a marcar la vida de nuestros niños, niñas y adolescentes, de nuestros familiares o amigos, por ello es importante alentar, motivar y determinar los pasos a seguir para que continúen avanzando en esta carrera estudiantil o de la vida pese a cualquier adversidad, según sea el caso.

Porque una palabra mal empleada, dicha con coraje o simplemente porque te colmaron la paciencia no tiene por qué definir la vida de la persona que la recibe, pero la cosa es que así lo crea.

Porque si tú le dices a una persona que no es apto, no es buen estudiante, que no sabe, que no es bueno en nada, inútil, flojo, etcétera, entonces para que cambiar si de todas formas ya piensan así de él o ella.

Lamentablemente muchos de los que han recibido este tipo de palabras se sienten no valorados, por familiares o amigos y es ahí donde tenemos que aprender a reconocer la manera en la que les hablamos.

Ya que, si motivamos, resaltamos lo mejor que vemos de las personas, destacamos sus cualidades y reconocemos el esfuerzo que realizan día a día sin duda harán lo necesario por ser mejores.

La persona estará más contenta y feliz, pensando que hacer para ser mejor, estará motivado para trabajar y convivir de una manera amena con otros y también para apoyar a otros.

Hagamos un trabajo colaborativo, cuidemos nuestras palabras, porque podemos hacer la diferencia entre una persona feliz o infeliz, una persona que trabaja o que no, una persona que apoya o que no lo hace.

¿De cuáles quieres ser tú? De los que ayuda a edificar, a motivar s reflexionar, apoyar o de los otros, que no aportan pero si dañan sin importar las consecuencias.

Seamos pro activos en la palabra asertiva, en esa en la que el corazón se goza de dar razones por las cuales si hablar desde el corazón y no de la razón, donde las personas puedan sentir esa comprensión quizás inmerecida que les brindas desde lo más profundo de tu ser.

Dejemos de ser esos que etiquetamos, que levantamos la mano para señalar los errores ajenos y no vemos los propios.

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