/ martes 16 de enero de 2024

El capital cultural

Las nuevas generaciones están siendo catalogados como los desposeídos. Cada vez, es más común que la juventud se desmoralice por los altos precios de las casas, carros y propiedades. Evidentemente de que vivimos en una era de gran competitividad, en donde tener un título universitario o un empleo estable no garantiza la posibilidad de materializar el sueño de una vida estable o con las propiedades mínimas que garanticen satisfacer las necesidades de seguridad e, inclusive, de supervivencia. Por lo anterior, el concepto de desposeídos.

Ante el sombrío panorama, las instituciones educativas y de cultura se ven llenas de personas que ocupan un espacio, pero sin el hambre de aprender o de adquirir herramientas para la vida. Nos hemos vuelto los zombis que deambulamos en las largas y desoladas calles de la desesperanza. Por ello, el capital cultural se ha vuelto en un mero adorno, que no se refleja en la calidad de vida de las personas, pero que debería de ser el elemento central para el desarrollo individual y progreso de los pueblos.

La única vía para recuperar el interés y la motivación es mediante la concientización de la importancia del capital cultural que va concatenado a la supervivencia de la humanidad. En la medida de que en lo individual nos ocupemos de consumir cultura, aunque parezca paradójico, y menos cosas materiales, estaremos en posibilidades de cambiar los patrones económicos que desafortunadamente rigen nuestro mundo y, por ende, nuestra forma de ser. Tocando el tema económico, evidentemente de que se requiere una redistribución de la riqueza que haga ver a los ciudadanos de que con el estudio y capital cultural se pueden obtener los satisfactores necesarios. Mientras la riqueza la sigan acumulando muy pocos a costa de la base piramidal de la población, no estaremos en condiciones de generar un cambio que aquilate el capital cultural.

Como pueblo somos, en gran medida, lo que somos por el capital cultural heredado. Si no cambiamos la inercia, podremos pasar a la historia como la sociedad que solo heredó bienes materiales y que destruyó nuestro habitad. Lo anterior, redimensiona positivamente el valor del capital cultural para los pueblos, porque es la mejor herramienta de crecimiento y progreso que poseemos. Así que estamos a tiempo de implementar acciones, políticas y de organizarnos para reconstruir mediante el capital cultural el tejido social que nos garantice el poder construir un mejor mundo. Siempre lo he dicho y sostenido, somos la generación responsable de la continuidad de nuestro planeta. Si realmente queremos hacer historia por el beneficio de la humanidad, nos toca la noble tarea de engrandecer nuestro capital cultural en lo individual y en lo colectivo.


Las nuevas generaciones están siendo catalogados como los desposeídos. Cada vez, es más común que la juventud se desmoralice por los altos precios de las casas, carros y propiedades. Evidentemente de que vivimos en una era de gran competitividad, en donde tener un título universitario o un empleo estable no garantiza la posibilidad de materializar el sueño de una vida estable o con las propiedades mínimas que garanticen satisfacer las necesidades de seguridad e, inclusive, de supervivencia. Por lo anterior, el concepto de desposeídos.

Ante el sombrío panorama, las instituciones educativas y de cultura se ven llenas de personas que ocupan un espacio, pero sin el hambre de aprender o de adquirir herramientas para la vida. Nos hemos vuelto los zombis que deambulamos en las largas y desoladas calles de la desesperanza. Por ello, el capital cultural se ha vuelto en un mero adorno, que no se refleja en la calidad de vida de las personas, pero que debería de ser el elemento central para el desarrollo individual y progreso de los pueblos.

La única vía para recuperar el interés y la motivación es mediante la concientización de la importancia del capital cultural que va concatenado a la supervivencia de la humanidad. En la medida de que en lo individual nos ocupemos de consumir cultura, aunque parezca paradójico, y menos cosas materiales, estaremos en posibilidades de cambiar los patrones económicos que desafortunadamente rigen nuestro mundo y, por ende, nuestra forma de ser. Tocando el tema económico, evidentemente de que se requiere una redistribución de la riqueza que haga ver a los ciudadanos de que con el estudio y capital cultural se pueden obtener los satisfactores necesarios. Mientras la riqueza la sigan acumulando muy pocos a costa de la base piramidal de la población, no estaremos en condiciones de generar un cambio que aquilate el capital cultural.

Como pueblo somos, en gran medida, lo que somos por el capital cultural heredado. Si no cambiamos la inercia, podremos pasar a la historia como la sociedad que solo heredó bienes materiales y que destruyó nuestro habitad. Lo anterior, redimensiona positivamente el valor del capital cultural para los pueblos, porque es la mejor herramienta de crecimiento y progreso que poseemos. Así que estamos a tiempo de implementar acciones, políticas y de organizarnos para reconstruir mediante el capital cultural el tejido social que nos garantice el poder construir un mejor mundo. Siempre lo he dicho y sostenido, somos la generación responsable de la continuidad de nuestro planeta. Si realmente queremos hacer historia por el beneficio de la humanidad, nos toca la noble tarea de engrandecer nuestro capital cultural en lo individual y en lo colectivo.