/ jueves 4 de enero de 2024

EZLN 30 años: la otra lucha

La historia moderna de México registró al año de 1993 como un parteaguas político. Después de una singular lucha interna del partido en el poder, se ungió al malogrado Luis Donaldo Colosio como el candidato a la presidencia, pero ante la negatividad las erradas políticas neoliberales la única bandera disponible de la precampaña era la supuesta paz social. Tanto el expresidente Carlos Salinas de Gortari, como el eventual candidato presidencial de hinchaban su pecho al decir que a pesar de la pobreza podíamos presumir de un México sin riesgo de estallidos sociales y, por lo tanto, el bienestar para las familias era el siguiente paso.

Sin embargo, el primer minuto del icónico 1994 inició el levantamiento armado del sub-comandante Marcos en el paradójico estado de Chiapas. Con gran elocuencia, matizada con una mística capucha, se escuchó la voz de indígenas, desposeídos y de los millones de pobres víctimas de la hidra neoliberal. Justo el día que iniciaba el Tratado de Libre Comercio con América del Norte se develó una realidad que carcomía el corazón de los mexicanos: la pobreza. Se dejó en claro que el discurso del ingreso al mundo desarrollado, que los beneficios de las privatizaciones y de la supuesta competitividad solo era el privilegio de unos cuantos y no de los mexicanos.

Políticamente, el país se encontró en el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) la resistencia que ningún partido, organización o medio de comunicación había podido articular ante el neoliberalismo. Con carabinas de madera, machetes y alguno que otro rifle verdadero se inició una lucha histórica en defensa de la autonomía de los pueblos y de la riqueza nacional. Si bien es cierto militarmente el movimiento no representaba problema alguno, sin embargo, la gran estrategia de comunicación y movilización internacional puso al EZLN como un emblema de la lucha utópica e hizo posible la solidaridad internacional que no permitió un aplastamiento militar de la lucha.

A 30 años de esa irrupción, en el actual presidente Andrés Manuel López Obrador vemos una significativa reversa en las privatizaciones y un intento de articular políticas públicas encaminadas a fortalecer la soberanía nacional en sectores estratégicos e incluso un intento de favorecer a los más necesitados con los aumentos al salario mínimo. A pesar de lo anterior, debemos de reconocer la valentía, oportunidad y gallardía del EZLN, que en el momento justo alzo la voz para iniciar la transformación política de este país, dejándonos en ejemplo de que vale la pena luchar por la utopía. Sin aspavientos, sin triunfalismos, pero tenemos avances. ¡Siempre, vale la pena luchar!

La historia moderna de México registró al año de 1993 como un parteaguas político. Después de una singular lucha interna del partido en el poder, se ungió al malogrado Luis Donaldo Colosio como el candidato a la presidencia, pero ante la negatividad las erradas políticas neoliberales la única bandera disponible de la precampaña era la supuesta paz social. Tanto el expresidente Carlos Salinas de Gortari, como el eventual candidato presidencial de hinchaban su pecho al decir que a pesar de la pobreza podíamos presumir de un México sin riesgo de estallidos sociales y, por lo tanto, el bienestar para las familias era el siguiente paso.

Sin embargo, el primer minuto del icónico 1994 inició el levantamiento armado del sub-comandante Marcos en el paradójico estado de Chiapas. Con gran elocuencia, matizada con una mística capucha, se escuchó la voz de indígenas, desposeídos y de los millones de pobres víctimas de la hidra neoliberal. Justo el día que iniciaba el Tratado de Libre Comercio con América del Norte se develó una realidad que carcomía el corazón de los mexicanos: la pobreza. Se dejó en claro que el discurso del ingreso al mundo desarrollado, que los beneficios de las privatizaciones y de la supuesta competitividad solo era el privilegio de unos cuantos y no de los mexicanos.

Políticamente, el país se encontró en el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) la resistencia que ningún partido, organización o medio de comunicación había podido articular ante el neoliberalismo. Con carabinas de madera, machetes y alguno que otro rifle verdadero se inició una lucha histórica en defensa de la autonomía de los pueblos y de la riqueza nacional. Si bien es cierto militarmente el movimiento no representaba problema alguno, sin embargo, la gran estrategia de comunicación y movilización internacional puso al EZLN como un emblema de la lucha utópica e hizo posible la solidaridad internacional que no permitió un aplastamiento militar de la lucha.

A 30 años de esa irrupción, en el actual presidente Andrés Manuel López Obrador vemos una significativa reversa en las privatizaciones y un intento de articular políticas públicas encaminadas a fortalecer la soberanía nacional en sectores estratégicos e incluso un intento de favorecer a los más necesitados con los aumentos al salario mínimo. A pesar de lo anterior, debemos de reconocer la valentía, oportunidad y gallardía del EZLN, que en el momento justo alzo la voz para iniciar la transformación política de este país, dejándonos en ejemplo de que vale la pena luchar por la utopía. Sin aspavientos, sin triunfalismos, pero tenemos avances. ¡Siempre, vale la pena luchar!