/ viernes 9 de febrero de 2024

Tres años de ondas y voces

Carraspeé unas dos o tres veces y me froté las manos como lo hago siempre que me emociono. Muy seguramente me mojé los labios y jugué con mi lengua antes de tragar duro. Sacudí los hombros, me acomodé el cabello y esperé a que se encendiera la luz de ¡Al Aire! y el micrófono. Ladeé la cabeza, en esa manía que tengo cuando presto atención con todo el cuerpo, y sonreí del puro gusto.

Mi gente, buenas tardes, bienvenidos a la Hora del Cafecito de Conecta Arizona en el radio, yo soy Maritza Félix. Un placer.

Aun con los ojos cerrados podías saber que mis labios formaban una curva de oreja a oreja.

Ya pasaron tres años. Ese día no hubo nervios; hoy tampoco. Las ganas que vibraban conmigo en el primer programa radial de un proyecto que era todo mío (nuestro). En esa cabina de La Onda 1190 me he sentido siempre en casa y desde entonces me gusta imaginarme que hay alguien allá del otro lado escuchándonos y de vez en cuando asintiendo; es la magia de la radio, donde las voces nos seducen sin apenas tocarnos.

Llegar a la radio fue una manera de ensanchar el camino de Conecta Arizona. De nada sirve decir que lo hacemos, si con la pala que lo abrimos, lo cerramos. Sabíamos que entre el WhatsApp y el programa de entrevistas y llamadas en vivo estaríamos cumpliendo nuestra misión: servirte, en donde tú estás, con información y buen humor. Creo que lo hemos logrado, contigo, por ti y para ti; miento, no lo creo… lo sé.

Cuando volteó atrás y veo el camino que hemos recorrido juntos en estos tres años al aire (y casi cuatro en WhatsApp) se me hace un nudo en el estómago. No hay nada confuso. Veo manos que se tendieron, abrazos y sonrisas, conversaciones difíciles y los rostros de una comunidad transfronteriza a la que por muchos años le hablé y no me tomé el tiempo de conocer. Hoy me sé sus nombres y sus números, lo que les duele y lo que les alborota el ser, los que los hace sonreír hasta el texto y los temas que los incomodan hasta la desconexión. Eso lo vale todo.

Nos falta mucho, lo sé, pero tenemos suficiente. Estos tres años son el reflejo de lo que siempre soñé como periodista: ser un amplificador de historias humanas que cambian narrativas y se adueñan de sus verdades.

Cuando empecé Conecta Arizona lo hice solo como una manera de acompañarnos en la pandemia, de vacunarnos contra la desinformación y la soledad, de estar y recordar. Casi cuatro años después como una organización de periodismo comunitario que crece y se reinventa, que abre brazos y caminos, que toma manos y cafés.

Nada en esta cabecita enmarañada pasa por que sí. Soy muy tun tun y tan tan.

Según vamos creciendo hago exámenes de conciencia más seguido: pienso que no quiero ser yo misma quien le corte las alas, que no sea mi ego en que lo haga tambalearse, que no me cieguen ni la ambición ni la precariedad, es la eterna búsqueda del balance, la posibilidad de tender la mano, de abrir puertas de hacer puentes, de inspirar, de apoyar, de ser fieles a la misión de informar, entretener, empoderar, servir, que no se nos acabe nunca el buen humor... pienso mucho y de más.

Y luego doy gracias porque hace años no tenía ni idea de dónde estaría hoy, ni lo quería ni lo imaginaba, pero ahora no quiero estar en ningún otro lugar. Vivo un sueño que no tuve, pero ahora no puedo dejar de desearlo y saborearlo... y lo hago gracias a ti y tu apoyo. Creo que he tomado demasiado café, pero mis nervios son porque quiero que sepas que tengo el alma abierta.

Carraspeé unas dos o tres veces y me froté las manos como lo hago siempre que me emociono. Muy seguramente me mojé los labios y jugué con mi lengua antes de tragar duro. Sacudí los hombros, me acomodé el cabello y esperé a que se encendiera la luz de ¡Al Aire! y el micrófono. Ladeé la cabeza, en esa manía que tengo cuando presto atención con todo el cuerpo, y sonreí del puro gusto.

Mi gente, buenas tardes, bienvenidos a la Hora del Cafecito de Conecta Arizona en el radio, yo soy Maritza Félix. Un placer.

Aun con los ojos cerrados podías saber que mis labios formaban una curva de oreja a oreja.

Ya pasaron tres años. Ese día no hubo nervios; hoy tampoco. Las ganas que vibraban conmigo en el primer programa radial de un proyecto que era todo mío (nuestro). En esa cabina de La Onda 1190 me he sentido siempre en casa y desde entonces me gusta imaginarme que hay alguien allá del otro lado escuchándonos y de vez en cuando asintiendo; es la magia de la radio, donde las voces nos seducen sin apenas tocarnos.

Llegar a la radio fue una manera de ensanchar el camino de Conecta Arizona. De nada sirve decir que lo hacemos, si con la pala que lo abrimos, lo cerramos. Sabíamos que entre el WhatsApp y el programa de entrevistas y llamadas en vivo estaríamos cumpliendo nuestra misión: servirte, en donde tú estás, con información y buen humor. Creo que lo hemos logrado, contigo, por ti y para ti; miento, no lo creo… lo sé.

Cuando volteó atrás y veo el camino que hemos recorrido juntos en estos tres años al aire (y casi cuatro en WhatsApp) se me hace un nudo en el estómago. No hay nada confuso. Veo manos que se tendieron, abrazos y sonrisas, conversaciones difíciles y los rostros de una comunidad transfronteriza a la que por muchos años le hablé y no me tomé el tiempo de conocer. Hoy me sé sus nombres y sus números, lo que les duele y lo que les alborota el ser, los que los hace sonreír hasta el texto y los temas que los incomodan hasta la desconexión. Eso lo vale todo.

Nos falta mucho, lo sé, pero tenemos suficiente. Estos tres años son el reflejo de lo que siempre soñé como periodista: ser un amplificador de historias humanas que cambian narrativas y se adueñan de sus verdades.

Cuando empecé Conecta Arizona lo hice solo como una manera de acompañarnos en la pandemia, de vacunarnos contra la desinformación y la soledad, de estar y recordar. Casi cuatro años después como una organización de periodismo comunitario que crece y se reinventa, que abre brazos y caminos, que toma manos y cafés.

Nada en esta cabecita enmarañada pasa por que sí. Soy muy tun tun y tan tan.

Según vamos creciendo hago exámenes de conciencia más seguido: pienso que no quiero ser yo misma quien le corte las alas, que no sea mi ego en que lo haga tambalearse, que no me cieguen ni la ambición ni la precariedad, es la eterna búsqueda del balance, la posibilidad de tender la mano, de abrir puertas de hacer puentes, de inspirar, de apoyar, de ser fieles a la misión de informar, entretener, empoderar, servir, que no se nos acabe nunca el buen humor... pienso mucho y de más.

Y luego doy gracias porque hace años no tenía ni idea de dónde estaría hoy, ni lo quería ni lo imaginaba, pero ahora no quiero estar en ningún otro lugar. Vivo un sueño que no tuve, pero ahora no puedo dejar de desearlo y saborearlo... y lo hago gracias a ti y tu apoyo. Creo que he tomado demasiado café, pero mis nervios son porque quiero que sepas que tengo el alma abierta.

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