/ viernes 1 de diciembre de 2023

Alerta en las Etnias Amat Cucapah

Famosos por sanguinarios eran los nativos Yuma-Quechan del río Colorado; pero es verdad que cada tribu defendía su antiquísimo derecho de posesión territorial.

Sobre este antiguo noroeste mexicano permanecen descendientes: Alchedomas, Hoabonamas, y quiquimas en riberas del río Colorado; sobre el delta los Cucapah, “ gente del río”; residentes en cabeza de la península: Mojave, Yavapai, Kiliwa, Pai Pai, Kumiai, y entre la cuenca y el desierto las naciones: Pápago, Pima, Maricopa. Su lengua identificada del tronco Uto-Azteca, investigadores etnólogos los clasifican descendientes culturales de los Anazasi.

Tales grupos aún consideran como propiedad las serranías, ríos, fuentes con sus plantas, animales, aves y peces. Su territorio era desde donde la naturaleza contenía su alimento sobre tierra, bajo extensión celeste, con el sol, frío, viento, calor, nubes y oquedades; sobre el escenario natural reposaba el espíritu de sus dioses.

Conceptualización semejante tenían los Seris, Conca'ac (significa "La gente"); cosmogonía igual identificada a Pimas, antigua etnia extendida en Sierra Madre Occidental, aunque su nombre significa "no hay, "no existe", "no tengo", se les dio ése nombre, porque al responder a los misioneros "no entiendo", decían: “Pima”.

Era peligroso transitar su territorio, muchos transeúntes -quienes vivieron para contarlo- pudieron comprobar que tenían: “un gran corazón colaborativo”, “recia franqueza” pero “fiereza atroz”, misma característica de nativos del Colorado; porque al primer paso de extraños entrando a sus confines, advertían que los indios tenían ojos, orejas y piel como centinelas del escenario en montañas y caminos, porque inmediatamente aparecía una fumarola, multiplicándose en mil al horizonte de su ruta, avisándose entre sí la comarca.

Las veredas indígenas hacia el río Colorado fueron trazadas en la noche de los tiempos, estos senderos fueron trajinados por: Albar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Marcos de Niza, Francisco Vázquez de Coronado, Melchor Díaz y Juan de Oñate, convertidas en rutas misionales trilladas por Eusebio Francisco Kino, Jacobo Sedelmayer y Hermenegildo Garcés con Juan Bautista de Anza.

Iniciando México independiente en 1821, eran conocidos tres caminos terrestres a la California, viniendo del Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic (hoy Hermosillo), caminando sobre riberas del río Sonora al río Gila, descendiendo al Colorado en el cruce yúmano; el otro seguir río Magdalena-Santa Ana- Altar internándose al desierto prosiguiendo el “Camino del Diablo” hasta ‘’El Cruce Yúmano’’ y tercero ir por el “Camino del Mesteño”, costeando el Mar de Cortés cruzando el Colorado, inmediato al desemboque.

Referencia: libro Puerto Isabel.

Famosos por sanguinarios eran los nativos Yuma-Quechan del río Colorado; pero es verdad que cada tribu defendía su antiquísimo derecho de posesión territorial.

Sobre este antiguo noroeste mexicano permanecen descendientes: Alchedomas, Hoabonamas, y quiquimas en riberas del río Colorado; sobre el delta los Cucapah, “ gente del río”; residentes en cabeza de la península: Mojave, Yavapai, Kiliwa, Pai Pai, Kumiai, y entre la cuenca y el desierto las naciones: Pápago, Pima, Maricopa. Su lengua identificada del tronco Uto-Azteca, investigadores etnólogos los clasifican descendientes culturales de los Anazasi.

Tales grupos aún consideran como propiedad las serranías, ríos, fuentes con sus plantas, animales, aves y peces. Su territorio era desde donde la naturaleza contenía su alimento sobre tierra, bajo extensión celeste, con el sol, frío, viento, calor, nubes y oquedades; sobre el escenario natural reposaba el espíritu de sus dioses.

Conceptualización semejante tenían los Seris, Conca'ac (significa "La gente"); cosmogonía igual identificada a Pimas, antigua etnia extendida en Sierra Madre Occidental, aunque su nombre significa "no hay, "no existe", "no tengo", se les dio ése nombre, porque al responder a los misioneros "no entiendo", decían: “Pima”.

Era peligroso transitar su territorio, muchos transeúntes -quienes vivieron para contarlo- pudieron comprobar que tenían: “un gran corazón colaborativo”, “recia franqueza” pero “fiereza atroz”, misma característica de nativos del Colorado; porque al primer paso de extraños entrando a sus confines, advertían que los indios tenían ojos, orejas y piel como centinelas del escenario en montañas y caminos, porque inmediatamente aparecía una fumarola, multiplicándose en mil al horizonte de su ruta, avisándose entre sí la comarca.

Las veredas indígenas hacia el río Colorado fueron trazadas en la noche de los tiempos, estos senderos fueron trajinados por: Albar Núñez Cabeza de Vaca, Fray Marcos de Niza, Francisco Vázquez de Coronado, Melchor Díaz y Juan de Oñate, convertidas en rutas misionales trilladas por Eusebio Francisco Kino, Jacobo Sedelmayer y Hermenegildo Garcés con Juan Bautista de Anza.

Iniciando México independiente en 1821, eran conocidos tres caminos terrestres a la California, viniendo del Real Presidio de San Pedro de la Conquista del Pitic (hoy Hermosillo), caminando sobre riberas del río Sonora al río Gila, descendiendo al Colorado en el cruce yúmano; el otro seguir río Magdalena-Santa Ana- Altar internándose al desierto prosiguiendo el “Camino del Diablo” hasta ‘’El Cruce Yúmano’’ y tercero ir por el “Camino del Mesteño”, costeando el Mar de Cortés cruzando el Colorado, inmediato al desemboque.

Referencia: libro Puerto Isabel.