/ lunes 2 de marzo de 2020

Contrasentido | Al gato y al ratón

Las leyes fiscales en México nos dicen que en marzo es el límite para hacer el pago de los impuestos de las personas morales. Mientras, las personas físicas tienen hasta abril para hacer las respectivas declaraciones fiscales; sin embargo, cuando se tiene saldo a favor es recomendable presentarlas anticipadamente para recibir la devolución pronto. Así que estas fechas son claves para las autoridades hacendarias, porque buscan llenar sus arcas para que se les permita hacer los pagos programados y cumplir sus obligaciones establecidas en el presupuesto de egresos de la federación.

El ingenio de los mexicanos aunado a la cultura de la ilegalidad ocasiona que la elusión y evasión fiscal sean uno de los deportes favoritos para el pueblo. Lo anterior nos ha metido en una espiral de complicaciones fiscales, porque la autoridad cada día pone más requisitos y hace súper complejo los esquemas de tributación. Por ejemplo, las deducciones fiscales tienen miles de requisitos que en estricto sentido jurídico casi nada sería deducible, gracias al afán de los contribuyentes por meter todo tipo de gastos para hacer la carga fiscal más soportable, mientras la autoridad siempre responde tratando de cerrar los caminos.

Cuando los gobiernos son señalados públicamente por robo y desvío de recursos es natural que los contribuyentes sientan el deseo de no hacer sus pagos correspondientes, en virtud que el destino de los impuestos no es contribuir con los gastos públicos. Y la historia de nuestro amado México está manchada por la corrupción, lo cual ocasiona y ocasionará que el mexicano reniegue de hacer el pago correspondiente. Así que pasarán muchas generaciones para que se borre de la memoria colectiva el saqueo histórico de las arcas de la nación y realmente se vea el beneficio del pago de los impuestos, mientras tanto la autoridad hacendaria y los contribuyentes tendrán que seguir jugando “al gato y al ratón”.

Otra complicación fiscal es que siempre somos los mismos los que hacemos nuestros pagos de impuestos puntuales y no se aumenta la base de contribuyentes. Los asalariados somos ejecutados fiscalmente cada vez que te entregan tu sueldo, sin la oportunidad de siquiera reclamar. Es decir, la mayoría de los que contribuimos al gasto somos los empleados, mientras los grandes empresarios con sus asesores fiscales buscan la forma de eludir el pago de impuestos mediante amparos y largos procedimientos judiciales.

Así que la balanza mal inclinada da una excusa a algunos para no hacer el pago de los impuestos, pero jamás será una justificación válida porque todos deberíamos pagar de una forma proporcional y equitativa.

Mientras jugamos “al gato y al ratón”, el desarrollo del país no existe por la falta de recursos, pero tampoco es justo que el gasto sea ineficiente o tenga otro destino al programado. Así que mientras no resolvamos el dilema, seguiremos teniendo problemas serios para lograr la justicia social y para solventar la desigualdad imperante. Por lo pronto, el estado debería no dejar la mínima duda de corrupción en su ejercicio, para que el ciudadano lentamente adquiera confianza y vea los beneficios del pago de impuestos.

Las leyes fiscales en México nos dicen que en marzo es el límite para hacer el pago de los impuestos de las personas morales. Mientras, las personas físicas tienen hasta abril para hacer las respectivas declaraciones fiscales; sin embargo, cuando se tiene saldo a favor es recomendable presentarlas anticipadamente para recibir la devolución pronto. Así que estas fechas son claves para las autoridades hacendarias, porque buscan llenar sus arcas para que se les permita hacer los pagos programados y cumplir sus obligaciones establecidas en el presupuesto de egresos de la federación.

El ingenio de los mexicanos aunado a la cultura de la ilegalidad ocasiona que la elusión y evasión fiscal sean uno de los deportes favoritos para el pueblo. Lo anterior nos ha metido en una espiral de complicaciones fiscales, porque la autoridad cada día pone más requisitos y hace súper complejo los esquemas de tributación. Por ejemplo, las deducciones fiscales tienen miles de requisitos que en estricto sentido jurídico casi nada sería deducible, gracias al afán de los contribuyentes por meter todo tipo de gastos para hacer la carga fiscal más soportable, mientras la autoridad siempre responde tratando de cerrar los caminos.

Cuando los gobiernos son señalados públicamente por robo y desvío de recursos es natural que los contribuyentes sientan el deseo de no hacer sus pagos correspondientes, en virtud que el destino de los impuestos no es contribuir con los gastos públicos. Y la historia de nuestro amado México está manchada por la corrupción, lo cual ocasiona y ocasionará que el mexicano reniegue de hacer el pago correspondiente. Así que pasarán muchas generaciones para que se borre de la memoria colectiva el saqueo histórico de las arcas de la nación y realmente se vea el beneficio del pago de los impuestos, mientras tanto la autoridad hacendaria y los contribuyentes tendrán que seguir jugando “al gato y al ratón”.

Otra complicación fiscal es que siempre somos los mismos los que hacemos nuestros pagos de impuestos puntuales y no se aumenta la base de contribuyentes. Los asalariados somos ejecutados fiscalmente cada vez que te entregan tu sueldo, sin la oportunidad de siquiera reclamar. Es decir, la mayoría de los que contribuimos al gasto somos los empleados, mientras los grandes empresarios con sus asesores fiscales buscan la forma de eludir el pago de impuestos mediante amparos y largos procedimientos judiciales.

Así que la balanza mal inclinada da una excusa a algunos para no hacer el pago de los impuestos, pero jamás será una justificación válida porque todos deberíamos pagar de una forma proporcional y equitativa.

Mientras jugamos “al gato y al ratón”, el desarrollo del país no existe por la falta de recursos, pero tampoco es justo que el gasto sea ineficiente o tenga otro destino al programado. Así que mientras no resolvamos el dilema, seguiremos teniendo problemas serios para lograr la justicia social y para solventar la desigualdad imperante. Por lo pronto, el estado debería no dejar la mínima duda de corrupción en su ejercicio, para que el ciudadano lentamente adquiera confianza y vea los beneficios del pago de impuestos.