/ domingo 23 de mayo de 2021

FE Y RAZÓN

Pentecostés ante el vacío interior


Oh Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, lo que debo escribir, cómo debo actuar, lo que debo hacer para procurar tu gloria en bien de las almas y de mi propia santificación.

Una característica del hombre contemporáneo es el vaciamiento de su vida interior, la trivialización de la existencia y la crisis de la Esperanza. Hoy vivimos un pragmatismo demoledor, pues por un lado hemos creado un mundo de gran desarrollo técnico y científico que solo atiende a la eficacia, al rendimiento y la productividad; y por el otro, cada vez parece interesar menos lo que tenga que ver con el sentido último de la existencia. Solo parece interesar el éxito, el bienestar y la seguridad, el hombre de hoy ansía vivir cada vez más, cada vez mejor, cada vez más intensamente y al final termina por no saber qué vivir y para qué vivir, como si hubiese perdido la brújula que le daba dirección y sostenimiento ante la adversidad, lleva una vida que no apunta a ninguna meta. Uno de los dogmas fundamentales de la cultura moderna, es la fe en el poder absoluto de la razón, pues hoy se piensa que con la fuerza de la razón el hombre será capaz de resolver los problemas de la existencia, la fe en Dios queda descalificada de raíz como una postura ingenua y primitiva. El hombre moderno ha decidido que no hay nada afuera de lo que él mismo pueda verificar, uno de los frutos más lamentables del estilo de vida moderno es la degradación de la vida interior. Hay quienes la consideran algo perfectamente inútil y superfluo y esta carencia de interioridad impide a muchos construir su vida de forma libre y gozosa y nos hemos acostumbrado, como dice el papa Francisco, a Caminar con una tristeza dulzona. Hoy construimos solamente fachadas externas pero por dentro inmensamente vacíos; inclusive, me atrevo a decir que hemos construido una identidad falsa donde desarrollamos un Yo fuerte y poderoso pero inauténtico, es decir, una vida de apariencia y ficción.

El pensador sueco Wilfri Stinissen considera este vacío interior como una neurosis fundamental del hombre actual, que resulta de la pérdida de contacto por parte del hombre con el nivel transcendente de su ser, y que lo precipita de manera vertiginosa a un abismo de absurdo y soledad. Por otro lado, la sociedad moderna termina por someter a casi todos a su orden y servicio mediante ocupaciones, proyectos y expectativas, pero no para elevarlas a una vida más noble y digna sino a resultados deplorables donde el hombre se vuelve indiferente a lo importante de la vida, carece de convicciones profundas y poco a poco se convierte en un ser trivial y ligero.

“Ven Espíritu Santo y renueva los corazones de tus fieles” .