/ domingo 17 de marzo de 2024

No hay generosidad sin entrega

La carta a los Hebreos en el capítulo cinco versículo siete narra “ El mismo Cristo que en los mismos días de su vida mortal presentó oraciones y suplicas con grandes gritos y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado con atención reverente y precisamente porque era hijo, aprendió sufriendo a obedecer”.

Que fuertes palabras para describir el contraste de emociones: dolor y obediencia, angustia y fortaleza, abandono y esperanza. Poco antes de este momento Jesús proclamaba el último discurso público en el templo de Jerusalén y a solo unas cuantas horas de ser arrestado y sometido a un juicio turbio para recibir una condena mortal. Jesús proclamaba: “el grano de trigo tiene que morir para dar fruto”, frase que sin duda alguna es complicada de interpretar pues no se refiere al absurdo de morir o privarse de vivir como un acto masoquista y sin sentido sino la expresión máxima de que solo partiendo del amor se puede entregar lo mejor sin esperar recompensa, en el devenir de la vida solo desde el desgaste por los demás se dan los frutos.

No se puede engendrar la vida sin dar la propia, no se puede hacer vivir al otro si uno no esta dispuesto a desvivirse, pues la vida es fruto del amor y brota de la medida que sabemos entregarnos. En esta vida hay diferentes sufrimientos; algunos está en nuestras manos suprimirlos y otros que no podemos remediar como la muerte de un ser amado, existen otros que brotan de nuestro egoísmo e injusticia como aquellos con los que nos herimos mutuamente, pero también existe un sufrimiento aceptado como precio de nuestro esfuerzo y este dolor es bueno si lleva adelante el proceso de superación o el proyecto de salvación.

Pero cuando uno ama y vive intensamente la vida, no puede vivir indiferente al sufrimiento grande o pequeño de las personas, pues amar a los otros incluye sufrimiento, compasión, solidaridad en el dolor, este es el sentido de la cruz donde la llamada hora de las tinieblas vence a la luz aunque solo por apariencia, pues de la muerte de Jesús nacerá nuestra posibilidad de creer en El y de conocer a Dios. Es Jesús el grano enterrado de donde surgirá la credibilidad de la buena noticia es desde la experiencia de Cristo y entrega por amor que vemos a Dios luchando contra el mal, la enfermedad, la ignorancia, el pecado con una batalla que llegara hasta el final, hasta dar la vida misma.

Es verdad que en la lógica de la cruz solo encontramos locura, muerte y la evidencia del mal. Pero la resurrección es la lógica de Dios donde la fuerza del espíritu es mayor que el mal, el origen de la bondad y de la luz que vence la oscuridad, como una alusión al primer día de la creación donde se hizo la luz.

Es verdad que la vida está llena de contrastes; por un lado vemos el mal en sus múltiples facetas como enfermedad, odio, hambre de pan y de justicia, envidia y egoísmo, pero también seguimos creyendo en el ser humano como hijo de Dios cuando vemos personas viviendo más allá de la envidia, en los que buscan la verdad, la caridad y la justicia, en los que perdonan y trabajan por la paz en ellos vemos a Jesucristo lleno del espíritu tal cual como vivió antes de morir.


La carta a los Hebreos en el capítulo cinco versículo siete narra “ El mismo Cristo que en los mismos días de su vida mortal presentó oraciones y suplicas con grandes gritos y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado con atención reverente y precisamente porque era hijo, aprendió sufriendo a obedecer”.

Que fuertes palabras para describir el contraste de emociones: dolor y obediencia, angustia y fortaleza, abandono y esperanza. Poco antes de este momento Jesús proclamaba el último discurso público en el templo de Jerusalén y a solo unas cuantas horas de ser arrestado y sometido a un juicio turbio para recibir una condena mortal. Jesús proclamaba: “el grano de trigo tiene que morir para dar fruto”, frase que sin duda alguna es complicada de interpretar pues no se refiere al absurdo de morir o privarse de vivir como un acto masoquista y sin sentido sino la expresión máxima de que solo partiendo del amor se puede entregar lo mejor sin esperar recompensa, en el devenir de la vida solo desde el desgaste por los demás se dan los frutos.

No se puede engendrar la vida sin dar la propia, no se puede hacer vivir al otro si uno no esta dispuesto a desvivirse, pues la vida es fruto del amor y brota de la medida que sabemos entregarnos. En esta vida hay diferentes sufrimientos; algunos está en nuestras manos suprimirlos y otros que no podemos remediar como la muerte de un ser amado, existen otros que brotan de nuestro egoísmo e injusticia como aquellos con los que nos herimos mutuamente, pero también existe un sufrimiento aceptado como precio de nuestro esfuerzo y este dolor es bueno si lleva adelante el proceso de superación o el proyecto de salvación.

Pero cuando uno ama y vive intensamente la vida, no puede vivir indiferente al sufrimiento grande o pequeño de las personas, pues amar a los otros incluye sufrimiento, compasión, solidaridad en el dolor, este es el sentido de la cruz donde la llamada hora de las tinieblas vence a la luz aunque solo por apariencia, pues de la muerte de Jesús nacerá nuestra posibilidad de creer en El y de conocer a Dios. Es Jesús el grano enterrado de donde surgirá la credibilidad de la buena noticia es desde la experiencia de Cristo y entrega por amor que vemos a Dios luchando contra el mal, la enfermedad, la ignorancia, el pecado con una batalla que llegara hasta el final, hasta dar la vida misma.

Es verdad que en la lógica de la cruz solo encontramos locura, muerte y la evidencia del mal. Pero la resurrección es la lógica de Dios donde la fuerza del espíritu es mayor que el mal, el origen de la bondad y de la luz que vence la oscuridad, como una alusión al primer día de la creación donde se hizo la luz.

Es verdad que la vida está llena de contrastes; por un lado vemos el mal en sus múltiples facetas como enfermedad, odio, hambre de pan y de justicia, envidia y egoísmo, pero también seguimos creyendo en el ser humano como hijo de Dios cuando vemos personas viviendo más allá de la envidia, en los que buscan la verdad, la caridad y la justicia, en los que perdonan y trabajan por la paz en ellos vemos a Jesucristo lleno del espíritu tal cual como vivió antes de morir.