En el mito mesopotámico (Enuma Elish) TIAMAT; es la diosa del mar y del caos, contaba con un ejército compuesto de serpientes, mostros marinos y dioses rebeldes, su furia era tan grande que representaba una amenaza para el mundo (Tsunami) que buscaba comerse la tierra. El dios MARDUCK prometió derrotar a Tiamat para poder crear y organizar el universo. La batalla fue épica venciendo Marduk a tiamat y poniendo límites al mar con muros de piedra y playas de arena, es así que la creación se organiza y el ser humano queda como el que pone orden al universo creado.
Partiendo de este relato mesopotámico, reflexionemos en Jesucristo nuestro Señor que calma la tempestad, el poder del mar y la naturaleza. Y las personas preguntándose ¿Quién es Este? Que hasta el mar le obedece.
En un atardecer Jesús dice a los discípulos “pasemos a la otra orilla” que simboliza el país de los Gerasenos que eran habitantes al oriente del mar de galilea del otro lado del Jordán compuesto por ciudades gentiles que estaban situadas en la región de Decápolis, es el país de los distintos, de los no judíos, de los paganos impuros. La travesia sería muy dura con dificultad y riesgos de hundimiento, será una travesía donde Jesús no ira adelante como en otros acontecimientos, y confiando en la destreza de sus discípulos pescadores se acuesta en popa a dormir, sin embargo los discípulos a pesar de su pericia en el mar se aterran, se bloquean y paralizan llenos de miedo, olvidándose que Jesús va con ellos y perdiendo toda esperanza lo despiertan a manera de reclamo preguntándole ¿No te importa que nos hundamos? Y Jesús despertando increpo al mar y le dijo ¡¡Calla y enmudece!! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza, a los discípulos los llama cobardes y les cuestiona su miedo y falta de fe.
En este relato se nos invita a la comunidad a no olvidar que el seguimiento de Jesús no ha sido una invitación a salir de este mundo inhóspito con olas, viento y tempestades, no se trata de sentirnos blindados o exentos de amenazas y peligros. La salvación es sanación, y en los momentos más difíciles de nuestra vida, cuando las tempestades parecen sumergirnos en el abismo del miedo, de la duda y la tragedia, es cuando mas debemos volver a Jesús y descubrir nuestra condición de hijos limitados y frágiles, que la pequeña barca de nuestra vida muchas veces no es suficiente a las tormentas y fuerzas contrarias.
La fe es confianza y vivimos tiempos difíciles; hoy las tempestades son las guerras, el hambre en muchos países que viven en pobreza, la desigualdad social, la pasividad e indiferencia de los que creen sin comprometerse por construir un mundo mejor, las olas que nos arrastran y nos hunden son la violencia, las adicciones, la soledad y el abandono, la depresión y el vacío existencial.
Debemos despertar a ese Jesús que llevamos dormido y reconocerlo como el único que puede calmar nuestra ansiedad y devolvernos la paz.