/ sábado 3 de abril de 2021

La verdadera reforma vendrá del hogar

Las autoridades gubernamentales no pueden eximirse de su responsabilidad y falta de compromiso para resolver la desafortunada situación de seguridad que se vive en unas partes del territorio nacional. No hay una estrategia de seguridad sólida respecto a cómo resolver la situación que apremia a varias partes del territorio nacional.

Aunque el Estado falla en varios aspectos respecto al rol que le toca jugar en la ecuación, tampoco la ciudadanía hace su parte. Paga impuestos cuando quiere, siempre busca la manera de encontrar atajos para no cumplir con sus obligaciones, se escuda en el “yo necesito u ocupo” para llevar a cabo ciertos actos que no son dignos de una sociedad que exige un cambio en varios aspectos importantes en el país.

Una sociedad en decadencia de valores cívicos, que idolatra, glorifica e incluso defiende a delincuentes y criminales, mientras que la autoridad es crucificada cada que se puede, pues aunque no todos los elementos son malos, también existen elementos buenos, se les trata como si todos fuera.

Existe una crisis de valores nunca antes vista, la institución de la familia ha colapsado. Para quienes están en el poder es algo conveniente, una sociedad sumida en los antivalores mantendrá el statu quo actual y no harán nada para cambiarlo, no es conveniente para ellos.

El mexicano, vota y luego se va cómodamente a tirar barra en la hamaca, cree que por el solo hecho de haber marcado la boleta electoral ya cumplió, pero no es así, por años se le ha forzado a creer que ése es su deber nomás, votar y luego dejar “trabajar” a los demás. El ser humano es un animal político, lo lleva en su sangre, no puede solamente identificarse como un ser apolítico porque iría en contra de lo que históricamente es.

Si los ciudadanos descuidan los asuntos políticos de su país, tenderán a ser en demasía permisivos a la ineptitud de sus gobernantes, por ello se han tenido sexenios desastrosamente malos para el pueblo, pero ampliamente beneficiosos para quienes se encuentran al frente de ellos.

No hay varitas mágicas o personas milagrosas que resuelvan la crisis de México, quienes son elegidos para hacerlo a lo mucho organiza marchas, caminatas, cabalgatas y manifestaciones que no resuelven absolutamente nada, porque si lo hicieran ya estarían prohibidas. Utilizan el dinero de los mexicanos para venderse y vender sus trilladas propuestas y soluciones a problemas que a veces ellos mismos o su partido crearon.

Solo algo puede cambiar las cosas y no provendrá de un escritorio burocrático en el Congreso, sino de la ciudadanía. Una verdadera reforma educativa en donde el cambio verdadero emane de los hogares, algo que sin duda es un proceso largo y que tal vez nunca se este listo para llevarlo a cabo, pero al menos debe intentarse.

Cuando los grupos de poder de siempre pierdan hegemonía es cuando comenzará el cambio, de lo contrario el pueblo seguirá siendo sus marionetas. Ya lo dijo Octavio Paz una vez: “Los presidentes mexicanos son dictadores constitucionales, no caudillos”.


Las autoridades gubernamentales no pueden eximirse de su responsabilidad y falta de compromiso para resolver la desafortunada situación de seguridad que se vive en unas partes del territorio nacional. No hay una estrategia de seguridad sólida respecto a cómo resolver la situación que apremia a varias partes del territorio nacional.

Aunque el Estado falla en varios aspectos respecto al rol que le toca jugar en la ecuación, tampoco la ciudadanía hace su parte. Paga impuestos cuando quiere, siempre busca la manera de encontrar atajos para no cumplir con sus obligaciones, se escuda en el “yo necesito u ocupo” para llevar a cabo ciertos actos que no son dignos de una sociedad que exige un cambio en varios aspectos importantes en el país.

Una sociedad en decadencia de valores cívicos, que idolatra, glorifica e incluso defiende a delincuentes y criminales, mientras que la autoridad es crucificada cada que se puede, pues aunque no todos los elementos son malos, también existen elementos buenos, se les trata como si todos fuera.

Existe una crisis de valores nunca antes vista, la institución de la familia ha colapsado. Para quienes están en el poder es algo conveniente, una sociedad sumida en los antivalores mantendrá el statu quo actual y no harán nada para cambiarlo, no es conveniente para ellos.

El mexicano, vota y luego se va cómodamente a tirar barra en la hamaca, cree que por el solo hecho de haber marcado la boleta electoral ya cumplió, pero no es así, por años se le ha forzado a creer que ése es su deber nomás, votar y luego dejar “trabajar” a los demás. El ser humano es un animal político, lo lleva en su sangre, no puede solamente identificarse como un ser apolítico porque iría en contra de lo que históricamente es.

Si los ciudadanos descuidan los asuntos políticos de su país, tenderán a ser en demasía permisivos a la ineptitud de sus gobernantes, por ello se han tenido sexenios desastrosamente malos para el pueblo, pero ampliamente beneficiosos para quienes se encuentran al frente de ellos.

No hay varitas mágicas o personas milagrosas que resuelvan la crisis de México, quienes son elegidos para hacerlo a lo mucho organiza marchas, caminatas, cabalgatas y manifestaciones que no resuelven absolutamente nada, porque si lo hicieran ya estarían prohibidas. Utilizan el dinero de los mexicanos para venderse y vender sus trilladas propuestas y soluciones a problemas que a veces ellos mismos o su partido crearon.

Solo algo puede cambiar las cosas y no provendrá de un escritorio burocrático en el Congreso, sino de la ciudadanía. Una verdadera reforma educativa en donde el cambio verdadero emane de los hogares, algo que sin duda es un proceso largo y que tal vez nunca se este listo para llevarlo a cabo, pero al menos debe intentarse.

Cuando los grupos de poder de siempre pierdan hegemonía es cuando comenzará el cambio, de lo contrario el pueblo seguirá siendo sus marionetas. Ya lo dijo Octavio Paz una vez: “Los presidentes mexicanos son dictadores constitucionales, no caudillos”.