/ sábado 1 de febrero de 2020

Libre Pensamiento

Pasado tormentoso olvidado

Si se desconoce el pasado, la historia se repite, eso se ve en cada uno de los vestigios históricos en los más de 1 millón 959 mil kilómetros cuadrados de extensión territorial. Ello llevó a toda una población elegir durante poco más de 70 años a quienes ostentaron el poder algunas veces con mano dura, pésimo manejo de las finanzas públicas y prominentes actos de corrupción al amparo del poder supremo (presidencia).

Todo se olvida, por alguna rara y extraña razón, calamidad tras calamidad nacional, no le hacía cuestionarse al mexicano el motivo de seguir poniendo a los mismos de siempre en el poder, pareciera que bastaba con unas buenas tortas meses antes de elecciones, despensas, módicas cantidades, gallinas o hasta becerros a cambio de un insignificante voto.

La democracia se volvió tan importante para el país que incluso milagrosamente los muertos votaban del más allá, ejerciendo su derecho y cumpliendo su obligación ciudadana.

Fallar defendiendo al peso como perro, devaluaciones devastadoras, malversación de fondos públicos, matanza de indígenas, Tlatelolco y su matanza de 1968, privatización de la banca (Fobaproa), casi exterminio de la radio y televisión pública, venta a diestra y siniestra de playas, reservas naturales en manos de mineras extranjeras, matanza de Atenco, narco guerras, firma del NAFTA y la muerte del campo agrícola mexicano como consecuencia, desmantelamiento de Petróleos Mexicanos, asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio, los hermanos Salinas y su impacto devastador en la política mexicana, entre otras cosas. Aun así, su hegemonía se extendería poco más de 7 décadas.

Doce años de alternancia principiaron la desastrosa guerra contra el “narco”, de la cual los efectos colaterales se viven día tras día. El pueblo se acostumbró a desayunar, comer, cenar y respirar muerte, homicidio. Debido a la deficiente estrategia de seguridad presidencial, las autodefensas surgieron en Michoacán y el Dr. Mireles entró en la ecuación del levantamiento armado; los pobladores de Cheran, Michoacán, cansados de la delincuencia y corrupción política, optaron por un gobierno de usos y costumbres, expulsando a partidos políticos y delincuentes de su amado pueblo.

Si algo queda claro es que padres y abuelos fallaron, frente a ellos vieron cómo se descendía cada vez más al abismo de la perdición, del cual el país aún no puede siquiera asomar la cabeza.

Mientras la desfachatez y corrupción empapaban la función pública nacional, quienes crecieron en esa época dorada de putrefacción permearon en cada uno de los niveles sociales, al grado que se convirtió en una aspiración mayor perpetrar ese modelo, que hacer lo posible por desecharlo.

Por ello, se tiene individuos de todas las edades y generaciones resentidos no contra un cambio político, sino contra un cambio en la mentalidad del mexicano de que la función pública es para servir y no servirse, que consecuencias actuales son resultado de incompetencia pasada, no de sus servidores, sino de su pueblo, que prefirió adaptarse viviendo y perpetrando el sistema putrefacto de la corrupción que intentar de darle revés, pues aspiraba a ser como ellos y no a combatir lo que ellos eran.

Pasado tormentoso olvidado

Si se desconoce el pasado, la historia se repite, eso se ve en cada uno de los vestigios históricos en los más de 1 millón 959 mil kilómetros cuadrados de extensión territorial. Ello llevó a toda una población elegir durante poco más de 70 años a quienes ostentaron el poder algunas veces con mano dura, pésimo manejo de las finanzas públicas y prominentes actos de corrupción al amparo del poder supremo (presidencia).

Todo se olvida, por alguna rara y extraña razón, calamidad tras calamidad nacional, no le hacía cuestionarse al mexicano el motivo de seguir poniendo a los mismos de siempre en el poder, pareciera que bastaba con unas buenas tortas meses antes de elecciones, despensas, módicas cantidades, gallinas o hasta becerros a cambio de un insignificante voto.

La democracia se volvió tan importante para el país que incluso milagrosamente los muertos votaban del más allá, ejerciendo su derecho y cumpliendo su obligación ciudadana.

Fallar defendiendo al peso como perro, devaluaciones devastadoras, malversación de fondos públicos, matanza de indígenas, Tlatelolco y su matanza de 1968, privatización de la banca (Fobaproa), casi exterminio de la radio y televisión pública, venta a diestra y siniestra de playas, reservas naturales en manos de mineras extranjeras, matanza de Atenco, narco guerras, firma del NAFTA y la muerte del campo agrícola mexicano como consecuencia, desmantelamiento de Petróleos Mexicanos, asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio, los hermanos Salinas y su impacto devastador en la política mexicana, entre otras cosas. Aun así, su hegemonía se extendería poco más de 7 décadas.

Doce años de alternancia principiaron la desastrosa guerra contra el “narco”, de la cual los efectos colaterales se viven día tras día. El pueblo se acostumbró a desayunar, comer, cenar y respirar muerte, homicidio. Debido a la deficiente estrategia de seguridad presidencial, las autodefensas surgieron en Michoacán y el Dr. Mireles entró en la ecuación del levantamiento armado; los pobladores de Cheran, Michoacán, cansados de la delincuencia y corrupción política, optaron por un gobierno de usos y costumbres, expulsando a partidos políticos y delincuentes de su amado pueblo.

Si algo queda claro es que padres y abuelos fallaron, frente a ellos vieron cómo se descendía cada vez más al abismo de la perdición, del cual el país aún no puede siquiera asomar la cabeza.

Mientras la desfachatez y corrupción empapaban la función pública nacional, quienes crecieron en esa época dorada de putrefacción permearon en cada uno de los niveles sociales, al grado que se convirtió en una aspiración mayor perpetrar ese modelo, que hacer lo posible por desecharlo.

Por ello, se tiene individuos de todas las edades y generaciones resentidos no contra un cambio político, sino contra un cambio en la mentalidad del mexicano de que la función pública es para servir y no servirse, que consecuencias actuales son resultado de incompetencia pasada, no de sus servidores, sino de su pueblo, que prefirió adaptarse viviendo y perpetrando el sistema putrefacto de la corrupción que intentar de darle revés, pues aspiraba a ser como ellos y no a combatir lo que ellos eran.