/ viernes 4 de marzo de 2022

Libre pensamiento

Silencios que duelen


Hay un silencio indiferente, que vive entre la gente y desapariciones que rompen corazones…, reza el coro de una melodía interpretada por el grupo Intocable. Fragmento del coro se asemeja a la creciente ola de fotos en las redes sociales de personas que han desaparecido. Presuntos ajustes de cuentas suceden en plena luz del día, en lugares y calles transitadas, pero todos callan, incluso la oposición política, quienes no lo hacen, poseen poco peso político.

Para qué hacer un recuento de los sucesos violentos que se suscitaron al final de la semana pasada y al inicio de ésta. Aquí lo que en verdad importa es el silencio rotundo de quienes alguna vez fueron críticos en gobiernos pasados, algunos poseen regidurías o puesto en las múltiples plazas de confianza que hay en cualquier ayuntamiento. Trabajar para el gobierno tampoco es pecado, es bueno participar y contribuir al funcionamiento del municipio al que pertenecen. Utópicamente hay quienes esperan que cualquier trabajador de gobierno diga las cosas buenas, pero también reclame las cosas malas, quienes lo exigen, omiten que cuando fueron gobierno jamás apedrearon su propia casa.

Como ciudadano se puede entender eso, no justificarlo, pero sí entenderlo, pues quién defeca en la mesa donde come. Ese silencio es esperado, no hay sorpresa en ello. ¿Medios amarillistas? ¿Críticos alarmistas? ¿Desinformación? ¿Creación de psicosis en redes? ¿Personas a favor o en contra del gobierno quienes tienen intereses económicos, políticos e incluso personales? Claro que existen, no son de ahorita, siempre están ahí. Pero hay algo que no cae en el amarillismo, en la desinformación o en una creación de psicosis y presuntos ataques de bots.

Los videos se expanden rápidamente a través de redes sociales y muestran una realidad distinta a la que se pregona en algunos medios locales e incluso del discurso oficial dado por autoridades. En esos videos no hay bots, montaje, algún extrabajador municipal o de corriente política opuesta, tampoco amarillismo o páginas que buscan una tajada del presupuesto para callar. En las imágenes se ve cómo a plena luz del día presuntamente operan grupos armados sin ser molestados por alguna autoridad.

A los ciudadanos se les implantó el discurso que mientras las broncas fueran entre presuntos delincuentes no deberían alarmarse, pero en los últimos sucesos se han visto personas inocentes afectadas por aquel “ajuste” de cuentas. Mientras se “arreglan” entre ellos la tranquilidad de poder ir a un mercado, de circular en la calle ya sea en auto o caminando no es la de antes, porque no sabes si el de frente o de lado anda en malos pasos y podrías ser tú un “daño colateral”.

En una ciudad con casi 200 mil habitantes hay silencios que duelen, los de una clase política que por miedo a perder el poder conseguido en favor del clan y su oportunidad con miras al 2024 minimiza acontecimientos o voltean hacia otro lado, además de una ciudadanía que se acostumbró a vivir entre ejecuciones, levantones y extorsiones los últimos 16 años, donde la víctima siempre será delincuente, pero nunca presunto.


Silencios que duelen


Hay un silencio indiferente, que vive entre la gente y desapariciones que rompen corazones…, reza el coro de una melodía interpretada por el grupo Intocable. Fragmento del coro se asemeja a la creciente ola de fotos en las redes sociales de personas que han desaparecido. Presuntos ajustes de cuentas suceden en plena luz del día, en lugares y calles transitadas, pero todos callan, incluso la oposición política, quienes no lo hacen, poseen poco peso político.

Para qué hacer un recuento de los sucesos violentos que se suscitaron al final de la semana pasada y al inicio de ésta. Aquí lo que en verdad importa es el silencio rotundo de quienes alguna vez fueron críticos en gobiernos pasados, algunos poseen regidurías o puesto en las múltiples plazas de confianza que hay en cualquier ayuntamiento. Trabajar para el gobierno tampoco es pecado, es bueno participar y contribuir al funcionamiento del municipio al que pertenecen. Utópicamente hay quienes esperan que cualquier trabajador de gobierno diga las cosas buenas, pero también reclame las cosas malas, quienes lo exigen, omiten que cuando fueron gobierno jamás apedrearon su propia casa.

Como ciudadano se puede entender eso, no justificarlo, pero sí entenderlo, pues quién defeca en la mesa donde come. Ese silencio es esperado, no hay sorpresa en ello. ¿Medios amarillistas? ¿Críticos alarmistas? ¿Desinformación? ¿Creación de psicosis en redes? ¿Personas a favor o en contra del gobierno quienes tienen intereses económicos, políticos e incluso personales? Claro que existen, no son de ahorita, siempre están ahí. Pero hay algo que no cae en el amarillismo, en la desinformación o en una creación de psicosis y presuntos ataques de bots.

Los videos se expanden rápidamente a través de redes sociales y muestran una realidad distinta a la que se pregona en algunos medios locales e incluso del discurso oficial dado por autoridades. En esos videos no hay bots, montaje, algún extrabajador municipal o de corriente política opuesta, tampoco amarillismo o páginas que buscan una tajada del presupuesto para callar. En las imágenes se ve cómo a plena luz del día presuntamente operan grupos armados sin ser molestados por alguna autoridad.

A los ciudadanos se les implantó el discurso que mientras las broncas fueran entre presuntos delincuentes no deberían alarmarse, pero en los últimos sucesos se han visto personas inocentes afectadas por aquel “ajuste” de cuentas. Mientras se “arreglan” entre ellos la tranquilidad de poder ir a un mercado, de circular en la calle ya sea en auto o caminando no es la de antes, porque no sabes si el de frente o de lado anda en malos pasos y podrías ser tú un “daño colateral”.

En una ciudad con casi 200 mil habitantes hay silencios que duelen, los de una clase política que por miedo a perder el poder conseguido en favor del clan y su oportunidad con miras al 2024 minimiza acontecimientos o voltean hacia otro lado, además de una ciudadanía que se acostumbró a vivir entre ejecuciones, levantones y extorsiones los últimos 16 años, donde la víctima siempre será delincuente, pero nunca presunto.