/ sábado 25 de julio de 2020

¿Militarización o depuración en aduanas mexicanas?

“El motivo, que le he expresado personalmente, es mi diferendo por su decisión de política pública, de trasladar al ámbito militar de la Secretaría de Marina, las funciones eminentemente civiles de los puertos, de la Marina Mercante y de la formación de marinos mercantes, que han estado a cargo de la SCT desde 1970”: Jiménez Espiriú, exdirigente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

AMLO agitó el avispero y al parecer el ahora exsecretario de Comunicaciones y Transportes no estaba de acuerdo con ello, pues así lo hizo ver en la carta de renuncia presentada hace algunos días al mandatario, asegurando que la militarización de los puertos marítimos y aduanas de México no es conveniente.

Marinos y militares tomarán las aduanas y puertos marítimos del país, para nadie es un secreto que en esos sitios presuntamente impera la corrupción de manera grotesca y grosera. Al parecer, se intentará decapitar al famoso monstruo de mil cabezas, un monstruo que se ha hecho gigantesco y enorme con la aceptación y respaldo de gobiernos federales previos a Obrador.

Casi todos los mexicanos han tenido algún percance con autoridades aduanales mexicanas. Extorsiones, abusos de autoridad, corruptelas de funcionarios, cobros elevados de impuesto e incluso ser despojados de sus productos o mercancías que desean ingresar al país.

Por décadas esto ha sido un problema, pues las aduanas del país son presuntamente puertas giratorias para traficantes de armas, dólares o cualquier cosa que se desee ingresar a suelo mexicano de manera ilegal por la puerta grande.

Los mexicanos confían poco o nada en sus cuerpos policíacos, ya sean municipales, estatales, los extintos federales o gendarmes, menos en agentes aduanales. Por ello, la única corporación que mantiene niveles decentes de confianza en la sociedad mexicana resulta ser la militar.

¿Por qué pasa eso? Bueno, un país donde las personas no denuncian por la impunidad y presunta coludez de ministerios públicos, policías municipales y estatales con los mismos delincuentes a quienes el ciudadano intenta ponerles un alto, una sociedad que vio como el que fuera encargado de la “seguridad “de los mexicanos, el ex súper policía García Luna era aprendido en Estados Unidos por presuntos nexos con el cártel de Sinaloa y ha experimentado en carne propia la corrupción y desfachatez de los cuerpos policíacos, una sociedad así decide justificadamente no confiar más en ellos.

¿Cómo querer terminar el problema de corrupción de aduanas y puertos marítimos de México utilizando la misma materia prima podrida de los agentes aduanales? Imposible, las Fuerzas Armadas intentarán controlar lo incontrolable.

Se espera que militares en las aduanas mexicanas sea temporal mientras se depuran de elementos podridos que entorpecen y manchan la imagen de los agentes aduanales que sí hacen bien su trabajo.

Podrá ser una decisión acertada o no, solo el tiempo lo dirá, pero que no quede duda alguna el intento por primera vez en muchos años de intentar tocar lo que antes parecía ser intocable.


“El motivo, que le he expresado personalmente, es mi diferendo por su decisión de política pública, de trasladar al ámbito militar de la Secretaría de Marina, las funciones eminentemente civiles de los puertos, de la Marina Mercante y de la formación de marinos mercantes, que han estado a cargo de la SCT desde 1970”: Jiménez Espiriú, exdirigente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

AMLO agitó el avispero y al parecer el ahora exsecretario de Comunicaciones y Transportes no estaba de acuerdo con ello, pues así lo hizo ver en la carta de renuncia presentada hace algunos días al mandatario, asegurando que la militarización de los puertos marítimos y aduanas de México no es conveniente.

Marinos y militares tomarán las aduanas y puertos marítimos del país, para nadie es un secreto que en esos sitios presuntamente impera la corrupción de manera grotesca y grosera. Al parecer, se intentará decapitar al famoso monstruo de mil cabezas, un monstruo que se ha hecho gigantesco y enorme con la aceptación y respaldo de gobiernos federales previos a Obrador.

Casi todos los mexicanos han tenido algún percance con autoridades aduanales mexicanas. Extorsiones, abusos de autoridad, corruptelas de funcionarios, cobros elevados de impuesto e incluso ser despojados de sus productos o mercancías que desean ingresar al país.

Por décadas esto ha sido un problema, pues las aduanas del país son presuntamente puertas giratorias para traficantes de armas, dólares o cualquier cosa que se desee ingresar a suelo mexicano de manera ilegal por la puerta grande.

Los mexicanos confían poco o nada en sus cuerpos policíacos, ya sean municipales, estatales, los extintos federales o gendarmes, menos en agentes aduanales. Por ello, la única corporación que mantiene niveles decentes de confianza en la sociedad mexicana resulta ser la militar.

¿Por qué pasa eso? Bueno, un país donde las personas no denuncian por la impunidad y presunta coludez de ministerios públicos, policías municipales y estatales con los mismos delincuentes a quienes el ciudadano intenta ponerles un alto, una sociedad que vio como el que fuera encargado de la “seguridad “de los mexicanos, el ex súper policía García Luna era aprendido en Estados Unidos por presuntos nexos con el cártel de Sinaloa y ha experimentado en carne propia la corrupción y desfachatez de los cuerpos policíacos, una sociedad así decide justificadamente no confiar más en ellos.

¿Cómo querer terminar el problema de corrupción de aduanas y puertos marítimos de México utilizando la misma materia prima podrida de los agentes aduanales? Imposible, las Fuerzas Armadas intentarán controlar lo incontrolable.

Se espera que militares en las aduanas mexicanas sea temporal mientras se depuran de elementos podridos que entorpecen y manchan la imagen de los agentes aduanales que sí hacen bien su trabajo.

Podrá ser una decisión acertada o no, solo el tiempo lo dirá, pero que no quede duda alguna el intento por primera vez en muchos años de intentar tocar lo que antes parecía ser intocable.