/ domingo 28 de noviembre de 2021

Culturarte

La cultura de los abuelos cuidadores


“La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños”. (Friedrich Nietzsche).

La pandemia vino a afectar enormemente los núcleos familiares donde el principal apoyo para cuidar a los niños, hijos donde ambos padres trabajan, son los abuelos. El peligro de contagios continúa, y muchos padres que tienen la opción, han optado por hacer “homeoffice” para poder cuidar ellos mismos a sus hijos .Pero eso también ha afectado notoriamente a los abuelos, pues la ausencia de los nietos los deprime e induce a permanecer más inactivos, les hace falta la algarabía infantil y mantener el sentido de alerta que ejercitan cuando están al pendiente de sus travesuras.

Esa estadía con los adultos mayores, independientemente de que sea conveniente para los abuelos en su salud emotiva ( cognitiva ) , y que los padres responsables del menor puedan trabajar tranquilos, debe ser muy revisado a conciencia, pues antes que nada debe valorarse el estado de salud del adulto mayor y sus capacidades. No por algo la edad cronológica de procreación tiene sus límites. Todo debe ser en su tiempo y edad adecuada .El mantener constantemente con ellos a niños llenos de energía y difíciles de controlar, cansa mucho en todos los aspectos a los adultos mayores, aunque ellos juren amar a sus nietos y que tenerlos con ellos por largos periodos de tiempo, es lo mejor que les puede suceder.

La otra parte y es la más importante, es la salud mental, física y espiritual de los niños. Tener la certeza de que no estamos convirtiendo al niño en un cuidador de los abuelos, exponiéndolo a escenarios cruentos, cuadros depresivos comunes de los adultos , o situaciones hasta de carácter urgente que ellos, los niños, no comprenden ni asimilan y sobre todo, no pueden resolver por su corta edad y capacidades desconocidas o aún no desarrolladas.

En algunos Países existen programas de convivencia entre ancianos y niños donde según sus estadísticas son de gran beneficio para las dos poblaciones.

Los ancianos se sienten felices y reconfortados al tener contacto con los niños que les hacen preguntas, dibujan y juegan en actividades lúdicas aconsejadas por ellos, y los niños exploran curiosos, se sensibilizan y establecen empatía con un mundo donde el tiempo ha realizado cambios en la piel y las habilidades mentales y físicas de los abuelos.


La cultura de los abuelos cuidadores


“La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños”. (Friedrich Nietzsche).

La pandemia vino a afectar enormemente los núcleos familiares donde el principal apoyo para cuidar a los niños, hijos donde ambos padres trabajan, son los abuelos. El peligro de contagios continúa, y muchos padres que tienen la opción, han optado por hacer “homeoffice” para poder cuidar ellos mismos a sus hijos .Pero eso también ha afectado notoriamente a los abuelos, pues la ausencia de los nietos los deprime e induce a permanecer más inactivos, les hace falta la algarabía infantil y mantener el sentido de alerta que ejercitan cuando están al pendiente de sus travesuras.

Esa estadía con los adultos mayores, independientemente de que sea conveniente para los abuelos en su salud emotiva ( cognitiva ) , y que los padres responsables del menor puedan trabajar tranquilos, debe ser muy revisado a conciencia, pues antes que nada debe valorarse el estado de salud del adulto mayor y sus capacidades. No por algo la edad cronológica de procreación tiene sus límites. Todo debe ser en su tiempo y edad adecuada .El mantener constantemente con ellos a niños llenos de energía y difíciles de controlar, cansa mucho en todos los aspectos a los adultos mayores, aunque ellos juren amar a sus nietos y que tenerlos con ellos por largos periodos de tiempo, es lo mejor que les puede suceder.

La otra parte y es la más importante, es la salud mental, física y espiritual de los niños. Tener la certeza de que no estamos convirtiendo al niño en un cuidador de los abuelos, exponiéndolo a escenarios cruentos, cuadros depresivos comunes de los adultos , o situaciones hasta de carácter urgente que ellos, los niños, no comprenden ni asimilan y sobre todo, no pueden resolver por su corta edad y capacidades desconocidas o aún no desarrolladas.

En algunos Países existen programas de convivencia entre ancianos y niños donde según sus estadísticas son de gran beneficio para las dos poblaciones.

Los ancianos se sienten felices y reconfortados al tener contacto con los niños que les hacen preguntas, dibujan y juegan en actividades lúdicas aconsejadas por ellos, y los niños exploran curiosos, se sensibilizan y establecen empatía con un mundo donde el tiempo ha realizado cambios en la piel y las habilidades mentales y físicas de los abuelos.


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