/ viernes 21 de mayo de 2021

COMUNIDAD Y FAMILIA

¡Todo el mundo lo hace!



Como madres de nuestros hijos adolescentes, ¿cuántas de nosotras hemos hecho los siguientes reclamos cuando descubrimos que algunos de ellos sucumben a la presión de los pares para experimentar el alcohol, las drogas ilegales y el tabaco? -¿Por qué este niño(a) no vino con un manual de instrucciones? -Solo dennos las instrucciones y las seguiremos, y obtendremos los resultados deseados… a menos que algo ande mal. Aun así, ¡¡¡también debería haber una sección de solución de problemas, para arreglar todo lo que no me está saliendo bien con mi hijo(a)!!!

La verdad es que no encontrarás un: “Así se hace señoras; ahora observen y aprendan”; porque cada uno de nuestros adolescentes es único, precioso y desafiante y no existe un modelo de talla única para criar o tratar el abuso de sustancias nocivas, por eso es tan importante que estemos dispuestos a aprender y conocer todo lo concerniente al mundo de nuestros adolescentes; sobre todo al mundo femenino por completo en el que la necesidad de pertenencia y de ser amadas grita más fuerte que el “no” que les decimos a nuestras jóvenes en casa. El cigarrillo. La bebida. Las drogas. Ningún otro aspecto de la cultura adolescente es más amenazante para los padres. Pero cuando nuestros hijos muestran de manera inevitable los problemas y comportamientos típicos de la adolescencia, como no asistir a la escuela, usar palabrotas o eludir tareas domésticas y responsabilidades familiares, suspiramos y decimos: Bueno, ¡al menos no usa drogas! Pero cuando el problema de la bebida o el uso de las drogas llega a casa, realmente no sabemos cómo responder, qué decir y cómo atenderlo, porque nos sentimos menos preparados para ayudar a nuestros hijos con este problema más que cualquier cosa. Lo primero que nuestros hijos responden cuando los cuestionamos sobre este tema es: “Mamá, todo el mundo lo hace”, lo que nos habla de influencia, repetición de patrones y de conexiones muy fuertes que los llevan a destruirse casi casi sin poner resistencia. Pero Bendito Dios, que nos ha puesto para estar presentes en el mundo de nuestros hijos e hijas, de manera compasiva y confiada para ayudarlos a vivir bien en medio de los desafíos y tentaciones inevitables.

Lo primero que necesitamos reconocer como padres de adolescentes, es que ellos piensan en la abrumadora tarea de abrirse paso a través de un mundo salpicado de bebida e inmerso en el uso de sustancias nocivas. El alcohol y las drogas están en todas partes… ¡incluso en el salón de clases! En la sociedad adolescente, hay un concepto para lo que sucede en las fiestas y reuniones de escuela, se llama el comportamiento de manada. Este comportamiento es un fenómeno que se desarrolla cuando grupos de adolescentes buscan un lugar para pasar el rato, un refugio sin supervisión, donde aprender y repiten, casi casi sin planearlo; todo lo que hacen los demás, solo por sentirse parte de la “manada”. Necesitamos darnos cuenta que el uso y abuso de sustancias nocivas es una realidad poderosa en el mundo de nuestros hijos, ya sea que estén preparados o no para enfrentarla. Las diversas estadísticas emitidas por instancias oficiales de salud nos hablan de los inminentes peligros que representan para la vida de nuestros hijos adolescentes, pues la cultura de ellos está impregnada con estas cosas. Pero, si la cultura la creamos como comunidad y la transferimos desde los hogares; debemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo como padre o madre de adolescentes para reforzar en mis hijos la madurez para que decidan por sí mismos cuidar su salud física y mental? ¿Cómo puedo ayudarlos a resistir la presión negativa de los pares? Parece una misión imposible, pero personalmente tengo mucha fe en Dios en que nunca es tarde para intervenir con amor y paciencia; para encarar la verdad sobre el mundo de nuestros hijos e hijas y la presión que sienten de sus pares a beber, fumar y usar drogas, y poder conectarnos con ellos para transformarnos en sus aliadas para ayudarles a resistir esa presión negativa, mientras desarrollan su propia identidad positiva. creo que algo podemos lograr si nos proponemos a ser aliadas de nuestras hijas. Definitivamente, necesitamos caminar de la mano de nuestros hijos hacia adelante, hacia su libertad . Necesitamos aprender lo más que se pueda acerca de sus necesidades, sus intereses, de sus amigos y de los diversos tipos de acompañamiento que existen. Les recomiendo estar al pendiente de este espacio, pues en las próximas semanas, estaré abordando algunas recomendaciones para animarlos queridos lectores, a ser decididos a ser aliados de sus hijos, aun si se sienten un poco inseguro al intentar lidiar con el problema por el uso de sustancias nocivas, sean decididos en cuanto a mantener los ojos abiertos, el corazón sensible y sus propósitos claros, de rescatarlos de un mundo tan oscuro. Nuestra responsabilidad es estar a su lado y es posible estar presentes con gracia, valentía, creatividad, esperanza y visión aun en el contexto aterrador que los rodea.

Agradezco su compañía, ¡Hasta la próxima!

Mtra. Elsa Cruz Guevara

¡Todo el mundo lo hace!



Como madres de nuestros hijos adolescentes, ¿cuántas de nosotras hemos hecho los siguientes reclamos cuando descubrimos que algunos de ellos sucumben a la presión de los pares para experimentar el alcohol, las drogas ilegales y el tabaco? -¿Por qué este niño(a) no vino con un manual de instrucciones? -Solo dennos las instrucciones y las seguiremos, y obtendremos los resultados deseados… a menos que algo ande mal. Aun así, ¡¡¡también debería haber una sección de solución de problemas, para arreglar todo lo que no me está saliendo bien con mi hijo(a)!!!

La verdad es que no encontrarás un: “Así se hace señoras; ahora observen y aprendan”; porque cada uno de nuestros adolescentes es único, precioso y desafiante y no existe un modelo de talla única para criar o tratar el abuso de sustancias nocivas, por eso es tan importante que estemos dispuestos a aprender y conocer todo lo concerniente al mundo de nuestros adolescentes; sobre todo al mundo femenino por completo en el que la necesidad de pertenencia y de ser amadas grita más fuerte que el “no” que les decimos a nuestras jóvenes en casa. El cigarrillo. La bebida. Las drogas. Ningún otro aspecto de la cultura adolescente es más amenazante para los padres. Pero cuando nuestros hijos muestran de manera inevitable los problemas y comportamientos típicos de la adolescencia, como no asistir a la escuela, usar palabrotas o eludir tareas domésticas y responsabilidades familiares, suspiramos y decimos: Bueno, ¡al menos no usa drogas! Pero cuando el problema de la bebida o el uso de las drogas llega a casa, realmente no sabemos cómo responder, qué decir y cómo atenderlo, porque nos sentimos menos preparados para ayudar a nuestros hijos con este problema más que cualquier cosa. Lo primero que nuestros hijos responden cuando los cuestionamos sobre este tema es: “Mamá, todo el mundo lo hace”, lo que nos habla de influencia, repetición de patrones y de conexiones muy fuertes que los llevan a destruirse casi casi sin poner resistencia. Pero Bendito Dios, que nos ha puesto para estar presentes en el mundo de nuestros hijos e hijas, de manera compasiva y confiada para ayudarlos a vivir bien en medio de los desafíos y tentaciones inevitables.

Lo primero que necesitamos reconocer como padres de adolescentes, es que ellos piensan en la abrumadora tarea de abrirse paso a través de un mundo salpicado de bebida e inmerso en el uso de sustancias nocivas. El alcohol y las drogas están en todas partes… ¡incluso en el salón de clases! En la sociedad adolescente, hay un concepto para lo que sucede en las fiestas y reuniones de escuela, se llama el comportamiento de manada. Este comportamiento es un fenómeno que se desarrolla cuando grupos de adolescentes buscan un lugar para pasar el rato, un refugio sin supervisión, donde aprender y repiten, casi casi sin planearlo; todo lo que hacen los demás, solo por sentirse parte de la “manada”. Necesitamos darnos cuenta que el uso y abuso de sustancias nocivas es una realidad poderosa en el mundo de nuestros hijos, ya sea que estén preparados o no para enfrentarla. Las diversas estadísticas emitidas por instancias oficiales de salud nos hablan de los inminentes peligros que representan para la vida de nuestros hijos adolescentes, pues la cultura de ellos está impregnada con estas cosas. Pero, si la cultura la creamos como comunidad y la transferimos desde los hogares; debemos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo como padre o madre de adolescentes para reforzar en mis hijos la madurez para que decidan por sí mismos cuidar su salud física y mental? ¿Cómo puedo ayudarlos a resistir la presión negativa de los pares? Parece una misión imposible, pero personalmente tengo mucha fe en Dios en que nunca es tarde para intervenir con amor y paciencia; para encarar la verdad sobre el mundo de nuestros hijos e hijas y la presión que sienten de sus pares a beber, fumar y usar drogas, y poder conectarnos con ellos para transformarnos en sus aliadas para ayudarles a resistir esa presión negativa, mientras desarrollan su propia identidad positiva. creo que algo podemos lograr si nos proponemos a ser aliadas de nuestras hijas. Definitivamente, necesitamos caminar de la mano de nuestros hijos hacia adelante, hacia su libertad . Necesitamos aprender lo más que se pueda acerca de sus necesidades, sus intereses, de sus amigos y de los diversos tipos de acompañamiento que existen. Les recomiendo estar al pendiente de este espacio, pues en las próximas semanas, estaré abordando algunas recomendaciones para animarlos queridos lectores, a ser decididos a ser aliados de sus hijos, aun si se sienten un poco inseguro al intentar lidiar con el problema por el uso de sustancias nocivas, sean decididos en cuanto a mantener los ojos abiertos, el corazón sensible y sus propósitos claros, de rescatarlos de un mundo tan oscuro. Nuestra responsabilidad es estar a su lado y es posible estar presentes con gracia, valentía, creatividad, esperanza y visión aun en el contexto aterrador que los rodea.

Agradezco su compañía, ¡Hasta la próxima!

Mtra. Elsa Cruz Guevara