/ domingo 11 de julio de 2021

FE Y RAZÓN

El misterio de la redención



Necesitamos una fraternidad redentora, matrimonios y familias redentoras, necesitamos rescatarnos del mal que nos destruye, la miseria que nos embarga y la soledad que nos mata.

La redención de Jesucristo no se reduce al momento de la entrega de su vida o la muerte en la cruz. Todo el acontecimiento de Jesucristo es redentor, su familia, su predicación, su cercanía con el padre, su relación con los discípulos, su distancia crítica a las autoridades, su sensibilidad ante el sufrimiento de los enfermos y necesitados, su confianza con el padre para aceptar su muerte. La redención es un momento fundamental de un proyecto más amplio, hace referencia a rescate, a la liberación de una situación negativa, Jesús vino hacernos hijos en Él a incorporarnos a la vida divina por la acción del Espíritu Santo. Es por eso que el movimiento incluye liberarnos del pecado y de la muerte en la que nos encuentra.

Jesús se ha hecho niño y nace en un pesebre en Belén de Judá y con ese gesto de humildad nos enseña que la pequeñez y la pobreza no son situaciones que Dios quisiera para sus hijos, pero son realidades que el hombre crea injustamente y obligan a muchos hijos de Dios a comenzar sus vidas desde ahí, desde una pobreza social y estructural. Jesús desde recién nacido vivió junto con su familia la experiencia del migrante refugiado, signo de fortaleza para todas las familias que sufren dejando su lugar de origen por razones de seguridad o buscando mejores condiciones de vida.

En la vida de Jesús no hubo excluidos, en su proyecto nadie queda descartado, comió con pecadores, tendió la mano a los leprosos, a los enfermos y liberó a los cautivos aun aquellos que tenían posesión demoníaca.

Los tiempos de Jesús como los nuestros, eran tiempos difíciles, pobreza, explotación de los poderosos sobre los débiles, injusticia. Pero el pueblo guardaba la Esperanza del Mesías portador del Reino de Dios. Si Dios es padre de Todos, entonces todos somos hermanos y el amor recibido gratuitamente se vuelve a Dios amándole con todo el corazón, toda la mente y todas las fuerzas, pero solamente en y a través del prójimo, el Reino de Dios no es una promesa futura para después de la muerte, sino una realidad que ha comenzado ya en la persona de Jesús.

La necesidad de volver a Jesús, de volver al camino, de regresar a la Luz, hoy caminamos en una sociedad herida y lastimada por la injusticia y la indiferencia de unos a otros, nos estamos acostumbrando a la muerte trágica, peregrinando en la oscuridad y con una vida sin rumbo, sin anhelo. En el absurdo de nuestro vacío existencial estamos cambiando la esperanza por partencias materiales, por eso el misterio de la redención consiste en que Cristo nos Redimió y nos salvó, su Gracia nos dejó y sobre todo nos dio el manual de convivencia, amar al otro como Dios nos ha amado.

El misterio de la redención



Necesitamos una fraternidad redentora, matrimonios y familias redentoras, necesitamos rescatarnos del mal que nos destruye, la miseria que nos embarga y la soledad que nos mata.

La redención de Jesucristo no se reduce al momento de la entrega de su vida o la muerte en la cruz. Todo el acontecimiento de Jesucristo es redentor, su familia, su predicación, su cercanía con el padre, su relación con los discípulos, su distancia crítica a las autoridades, su sensibilidad ante el sufrimiento de los enfermos y necesitados, su confianza con el padre para aceptar su muerte. La redención es un momento fundamental de un proyecto más amplio, hace referencia a rescate, a la liberación de una situación negativa, Jesús vino hacernos hijos en Él a incorporarnos a la vida divina por la acción del Espíritu Santo. Es por eso que el movimiento incluye liberarnos del pecado y de la muerte en la que nos encuentra.

Jesús se ha hecho niño y nace en un pesebre en Belén de Judá y con ese gesto de humildad nos enseña que la pequeñez y la pobreza no son situaciones que Dios quisiera para sus hijos, pero son realidades que el hombre crea injustamente y obligan a muchos hijos de Dios a comenzar sus vidas desde ahí, desde una pobreza social y estructural. Jesús desde recién nacido vivió junto con su familia la experiencia del migrante refugiado, signo de fortaleza para todas las familias que sufren dejando su lugar de origen por razones de seguridad o buscando mejores condiciones de vida.

En la vida de Jesús no hubo excluidos, en su proyecto nadie queda descartado, comió con pecadores, tendió la mano a los leprosos, a los enfermos y liberó a los cautivos aun aquellos que tenían posesión demoníaca.

Los tiempos de Jesús como los nuestros, eran tiempos difíciles, pobreza, explotación de los poderosos sobre los débiles, injusticia. Pero el pueblo guardaba la Esperanza del Mesías portador del Reino de Dios. Si Dios es padre de Todos, entonces todos somos hermanos y el amor recibido gratuitamente se vuelve a Dios amándole con todo el corazón, toda la mente y todas las fuerzas, pero solamente en y a través del prójimo, el Reino de Dios no es una promesa futura para después de la muerte, sino una realidad que ha comenzado ya en la persona de Jesús.

La necesidad de volver a Jesús, de volver al camino, de regresar a la Luz, hoy caminamos en una sociedad herida y lastimada por la injusticia y la indiferencia de unos a otros, nos estamos acostumbrando a la muerte trágica, peregrinando en la oscuridad y con una vida sin rumbo, sin anhelo. En el absurdo de nuestro vacío existencial estamos cambiando la esperanza por partencias materiales, por eso el misterio de la redención consiste en que Cristo nos Redimió y nos salvó, su Gracia nos dejó y sobre todo nos dio el manual de convivencia, amar al otro como Dios nos ha amado.